29 agosto 2006

Fábrica de Sueños

Anoche tuve un sueño…soñé que paseaba por la 5ª Avenida; me paré frente al escaparate de Tiffany’s con un cruasán en la mano. Crucé la calle y noté la mirada agresiva de De Niro desde el taxi.

Me adentré en la inmensidad de Central Park, donde un mimo, vestido de Charlot, me regaló una flor.

En mi sueño continúo mi camino; a lo lejos me parece divisar la figura de Jack Lemmon en la ventana de su apartamento… pero no me mira a mi…sus ojos están clavados en Irma…la dulce…la de medias verdes, que se regodea con su perrita en la esquina de enfrente.

Mis pasos me llevan hasta una boca de metro. Medio adormilada por el traqueteo del vagón, me encuentro absorta en mis pensamientos. Un detalle llama mi atención…unas zapatillas rojas, limpias y brillantes, me devuelven al lugar en el que me encuentro. La curiosidad por conocer quien las calza levanta mi mirada… Judy Garland conversa animadamente con el maestro del suspense.

Salgo del metro y percibo levemente el inconfundible aroma de Channel nº5. Me giro sobre mi misma…Marilyn, risueña, lucha (sin éxito) con el aire juguetón que levanta su vestido.

Cae la noche, y las luces de Nueva York despiertan de su letargo. Junto al puente de Brooklyn, Woody Allen escribe historias, bajo la atenta mirada, fija y silenciosa, de una de sus musas… ¿será Scarlett?...tal vez Diane.

El frío comienza a arreciar. Desde algún punto me llegan las suaves notas de un piano, que me absorben como si de un canto de sirenas se tratase. Convertida en Ulises me aproximo hacia las pequeñas escaleras que se esconden en un callejón oscuro.

El señor Bogart me invita a una copa y Sam me deleita con esa música que me ha llevado hasta allí. Gilda se sienta a mi lado y, a escasos metros, Paul Newman y Robert Redford juegan una partida de póquer.

Al salir del café una gélida brisa me acaricia el rostro. Estoy cansada, pero prefiero no pararme... aún me queda una última visita. Gregory Peck se ofrece a llevarme en su vespa (y, por un momento, parece que regresamos a los años 50).

Desde el Empire State la ciudad se abre ante mis ojos…serena y dormida…siempre atrayente.

Ewan McGregor me susurra una canción al oído…How wonderful life is, now you’re in the world…cierro los ojos y sonrío…es la magia del cine, te permite seguir soñando…incluso estando despierta.

ANA MORENO

22 agosto 2006

La Perla Negra vuelve a los mares


Hollywood siempre ha sido experta en hacer renacer de sus cenizas (como si del Ave Fénix se tratase) géneros que décadas atrás hicieron las delicias de los aficionados al cine. Ya lo hizo con Gladiator, devolviendo a la vida al Imperio Romano en sus años dorados.

En el verano de 2003, fue la factoría Disney quien puso en marcha Piratas del Caribe, una película con todos los ingredientes necesarios para irse a la deriva en menos tiempo que el hundimiento del Titanic, y que resultó ser un auténtico éxito en taquilla (algo que sorprendió a la propia productora).

Tres años después llega a las pantallas la segunda parte de una trilogía que atracará por última vez en el estío del 2007.

En toda buena película de piratas que se precie no puede faltar un tesoro escondido y la lucha sin tregua entre corsarios para encontrarlo… Piratas del Caribe. El cofre del hombre muerto no podía ser menos, aunque en esta ocasión el interior de dicho cofre contenga una riqueza algo diferente (pero muy latente).

Con una estética grotesca (y pegajosa), Gore Verbinski nos sumerge en un mundo lleno de moluscos (algunos gigantes) y personajes que parecen salidos de La Guerra de las galaxias.

Will Turner (Orlando Bloom) y Elizabeth Swann (Keira Knightley) continúan su historia de amor con más sobresaltos que nunca (y algún que otro bache que parece tambalearlos). La joven inglesa regresa empuñando una espada, con mayor madurez interpretativa y una nominación al Oscar en su currículum.

Pero, sin duda, el hada madrina que posee la varita mágica con la que ha sido tocada Piratas es Johnny Depp, rebelde y sofisticado, que hace que su personaje se pasee por la cuerda floja de la ambigüedad…a veces hombre…siempre pirata (¿o, más bien, al contrario?).

Brújulas que no señalan el norte, mapas de una llave para abrir un corazón que no muere,…La Perla Negra vuelve a surcar los mares caribeños y sus velas del color del azabache se izan al viento en dirección a ese horizonte imposible de abordar.

Billy el Botas (el padre de Will) aparece en la segunda parte; la pregunta es: ¿conseguirá Johnny Depp que Keith Richards acepte ser el padre de su personaje? Habrá que esperar al año que viene para comprobarlo…y para saber qué ocurre con Jack Sparrow…perdón…Capitán Jack Sparrow.

ANA MORENO

07 agosto 2006

Oh Capitán, mi Capitán

Siempre me ha gustado la literatura (aún recuerdo Los niños de Bullerbyn, mi novela favorita cuando era una niña). Quizás por eso me llaman la atención las películas sobre escritores, alumnos y profesores, universidades y colegios,…son numerosas las que se realizan en torno a este mundo, pero hay una que transmite la sensibilidad que otros reflejaron a través de palabras escritas…El club de los poetas muertos.

Hace años que la vi por primera vez, cuando aún no tenía edad de conocer a Walt Whitman ni de entender poesía…pero me fascinó. Recuerdo que me sentía identificada con el personaje interpretado por un jovencísimo Ethan Hawke, tímido, inseguro y asustadizo. Deseaba tener un profesor como el señor Keating (años más tarde lo tuve), trasgresor, inteligente e inconformista, apasionado de la literatura y de la poesía, portador de un único estandarte: la libertad de pensamiento.

Nunca había visto a Robin Williams en un papel dramático, y en ningún momento me acordé de su faceta cómica.

Escapadas a medianoche con el cosquilleo del miedo a ser descubiertos, la curiosidad por conocer a esos poetas a través de esos escritos que no sucumben al tiempo… y, por encima de todo, un mensaje: nunca dejes de perseguir tus sueños.

Tal vez soy un poco idealista (o quizás utópica, como alguien me dijo el otro día),… pero me gusta serlo, y cuando se me olvida, intento recordar esas dos palabras mágicas que deberían dejar de ser un tópico para convertirse en un hecho…Carpe diem…ya sabes…aprovecha el momento.

ANA MORENO

01 agosto 2006

El Regreso de Superman

Los superhéroes son como los equipos de fútbol, te decantas por uno más que por otro.

Yo siempre he sido de Superman, quizá porque fue la primera película que vi en una sala de cine de la mano de mi padre; recuerdo que me fascinó tanto que todos los sábados por la mañana (cuando salió en video) corría con mi cinta beta para que mi hermano me la pusiese (ni siquiera el desgaste de una pasada tras otra hacía que perdiese interés por ese personaje de traje azul y capa roja…sí, lo reconozco, era mi ídolo a los cinco años).

No tenía demasiado interés en ver la nueva versión, pero tal vez la nostalgia de la infancia me hacía sentir curiosidad por conocer lo nuevo…así que había que darle una oportunidad.

Las primeras notas de la mítica banda sonora inundaron toda la sala y, con ellas, una mezcla de añoranza y alegría se encendió en mi interior.

Efectos especiales, buenos y malos (un Kevin Spacey al que el papel de Lex Luthor le va como un guante), una Lois Lane con hijo incluido y un Superman que, según el ángulo de la cámara, se convertía en calco exacto del de hace 30 años.

Bryan Singer sabía que sería complicado. Con acierto rescata escenas eliminadas de la película que en 1979 estrenara con éxito Richard Donner, en un nostálgico guiño que resucita a Marlon Brando en el papel de Jor-El.

Prueba superada aunque quizás demasiado extensa. El desconocido Brandon Routh consigue salvar el difícil reto de interpretar al superhéroe de Krypton.

Tengo que reconocer que me gustó la película; sin embargo (y sin ánimos de ofender), para mi (y, probablemente, para muchos) Superman siempre será Christopher Reeve.

ANA MORENO